miércoles, 25 de febrero de 2009

Ética Pública en las Organizaciones Educativas

Por: Honnella Hernández, email: honnella_angel@hotmail.com y Gregorio Leal, email: gregorioleal_01@hotmail.com
Estudiantes de la UPEL-IPB
Asesorados por: Prof. Jorge Pérez.

Gerenciar para Alcanzar el Bien Común

Aprender es sinónimo de una progresiva adquisición de conocimiento que, de algún modo, conduce a modificar hábitos y conductas, lo cual puede observarse gracias a la interacción de quien aprende con su entorno. Haciendo una extensión de esta definición se puede decir que el aprendizaje colectivo, en comunidad, conduce de modo directo a una formación ciudadana y, desde allí, a la reconstitución del sentido común de la revalorización del papel del ciudadano en la constitución y preservación del bien común.

El colectivo aprende, se adapta y se reconstruye en función del aprendizaje que se opera primero en el individuo, incidiendo la esfera de cada cual, debe partirse del acuerdo que el despliegue del ser humano no puede entenderse sin la observación del proceso de aprendizaje que se inicia aún antes del surgimiento de ambos (individuo y aprendizaje) y que en este proceso, los cambios en el entorno, dada su complejidad y duración en el tiempo, observan una lentitud mayor que debe ser gerenciala para la obtención de los resultados esperados.

De allí que el artículo de Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez (2007), sobre ética pública en las organizaciones educativas busque establecer algunas consideraciones teóricas sobre la importancia del enfoque de la ética pública en las organizaciones educativas, de manera que la gerencia en estas organizaciones se perfile hacia la búsqueda del bien común, manifiesta el informe que los gerentes de la educación representan un liderazgo en la administración pública, bajo una perspectiva de la ética pública.

Se trata la ética como una dimensión de constructividad de lo público, cómo vivir la realidad pública para transformarla, pasando de una ética de derechos a una ética de las responsabilidades, con un objetivo primordial que es el logro del bien común, asociado a alcanzar una vida en convivencia, el logro de acuerdos mínimos a través del diálogo entre los ciudadanos de manera que se pueda establecer el respeto hacia el otro.

Martin (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), manifiesta que la ética común conlleva al reconocimiento del otro, aceptar el bienestar del otro, aceptación del otro en nuestro sistema, para lograr la convivencia y alcanzar el bienestar o bien común, aunque en la actualidad, se puede hablar de una pérdida de confianza hacia la administración pública, la ciudadanía ha demostrado una disminución en el grado de confianza hacia los representantes de la vida pública (políticos, periodistas, jueces, entre otros) en cuyas honestidades habían depositado su confianza.
Según lo expresa Aranguren (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), quien argumenta que un gran número de autores opinan que la administración pública encarna un flagelo social, dada la proliferación de corrupción, enriquecimiento ilícito y abusos de autoridad que la caracterizan. Este problema puede ser abordado desde la óptica de la reeducación, es decir, educar para la vida en convivencia hacia la búsqueda del bien común. Se asume a la educación como una de las vías fundamentales para los cambios que en gerencia pública se requieren en la construcción de una nueva realidad.

Analizando lo planteado dejan ver que el ciudadano común, no observa a sus gobernantes como servidores públicos, sino como unos señores electos para administrar, pero con más recelo en esos manejos, que por confianza del mismo ciudadano, se ha traicionado tanto la confianza de los gobernados que todo aquel que llegue a la administración a gerenciar lleva sobre sí una carga que han dejado sus antecesores.

Es por ello, que Van Beverthoudt y Martínez (2007), indican que el gerente educativo tiene una gran responsabilidad y quien la asuma ha de tener pleno conocimiento de la contribución que debe prestar para que los hombres alcancen mayor conciencia de la misión que cumplen en el mundo, por tanto, debe fomentar en el ámbito educativo el aprendizaje social de valores como el respeto de los derechos humanos, la democracia, la tolerancia y la solidaridad, de manera que el aprendizaje conlleve a alcanzar el bien común, donde confluyan la adquisición de conocimientos y la formación responsable de la ciudadanía, en compromiso con el bienestar social.
Esta aseveración de los autores, agrega un nuevo elemento que es la conciencia, una conciencia social que es básicamente la preocupación por lo que piensa la gente (o pensaría) sobre nuestras acciones. La "conciencia moral", por otra parte, es algo mucho más profundo. Es la conciencia que tenemos cuando nadie esté mirando.

Para ello, es importante aprender a vivir con los demás y para todos, al respecto Martin (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), vivir en convivencia y alcanzar el bien común) debe ser uno de los pilares de la educación. Son precisamente los gerentes de la educación, junto con la comunidad, los llamados a propiciar un aprendizaje basado en el descubrimiento del otro, el respeto de la diversidad y de todos los principios y libertades fundamentales. Frente a estos retos que plantea la nueva realidad, las instituciones educativas, quienes tradicionalmente han sido transmisoras y formadoras en la cultura, requieren materialmente asumir cambios de sus propias visiones, incluso de sus propias estructuras académico administrativas, para así poder marcar las acciones futuras encaminadas en torno a una cuestión existencial, como lo es alcanzar el bien común.

En base a esta afirmación, es importante la convivencia y la misma se dará de forma fácil si respetamos el espacio de cada quien, es difícil convivir porque como seres humanos estamos formados de valores encontrados, un mundo cambiante raudamente, una sociedad que presiona y el ciudadano se encuentra tan bombardeado que está a expensas de un shock o simplemente no está dispuesto a aceptar las normas sociales que se le imponen, generando un caos dentro de la misma sociedad.

De allí que el factor detonante debe ser la ética como instrumento de transformación, se debe procurar formar ciudadanos activos e innovadores, que estén conscientes de que gozan de derechos pero que también tienen responsabilidades, reconocer que al final de cuentas el individuo que se forma tiene un compromiso ético-público, teniendo como protagonista la educación que debeestimular armónicamente la diversidad de facultades de los individuos, que se sientan dispuestos a la prueba moral de la conducta ética, no como una mera estructura jurídica de normas y deberes, sino “como un sistema de vida orientado constantemente al mejoramiento económico, social y cultural del pueblo; interesados sobre todo en el progreso de su país; aptos para percibir sus necesidades y contribuir a satisfacerlas; resueltos a afianzar la independencia política y económica de la patria, no solo verbalmente, sino con su trabajo, su energía, su competencia técnica, su espíritu de justicia y su ayuda cotidiana y honesta a la nación.
Al respecto, Aranguren (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), indica que un ciudadano que sepa ofrecer todo su esfuerzo a la obra colectiva y asegurar la igualdad de derechos de todos los hombres; en otras palabras, un ciudadano comprometido en la transformación de la realidad encaminándola a alcanzar el bien común.

La Ética Pública

Respecto a la ética el trabajo señala que la ética es una disciplina filosófica, como tal centra su atención en los principios, formas y sentido de la praxis humana, en la naturaleza de la conducta individual y colectiva, sus fines, normas y valores, en el problema de lo que son el deber ser, la libertad, la obligatoriedad, las virtudes morales, entre otros, presentándose la ética pública como una vía para comprender la racionalidad que define la ética de la administración pública, como punto de partida para recobrar la credibilidad de los gerentes de la vida pública, basada en el principio de que sus actuaciones sean dignas del ejercicio ético.
Para Cortina ((citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), un código ético jamás garantiza que sus destinatarios se ajusten a los valores, principios y normas que lo componen, también es verdad que expresa lo que la sociedad espera de ellos y lo que ellos esperan de si mismos, aquello a lo que se comprometen al aceptar responsabilidades públicas, el comportamiento público ético tiene significado cuando se le considera en función del ser humano y de la sociedad. La ética pública tendrá trascendencia cuando se logre comprender que los seres humanos viven en comunidad, no solo como humanos sino también con los humanos, es decir vivir en convivencia, desde esta óptica, “la ética pública debe ser entendida como un aspecto social, necesario y común a todo el colectivo, que se proyecta a través de un sentido de ciudadanía y civismo”.

Lo planteado por los autores dejan ver que la ética pública, puede ser entendida como un concepto de principios normativos, como un sistema político que signifique convivencia organizada, unirse racionalmente unos con otros para realizar acciones comunes en busca del bien común, igualdad de derechos y oportunidades, poder participar equitativamente de la riqueza y de los bienes culturales públicos, y poder resolver racionalmente los conflictos que la interacción humana conlleva, no solo son códigos, debe ser una forma de organización, acuerdos que permiten establecer un estilo de vida con ciudadanos comprometidos y participativos.
El papel de la ética en la gerencia pública debe ser entonces, el de generar valores y actitudes que se aspira y se esperan de los individuos, de manera que se logre generar los cambios necesarios en la sociedad que se quiere construir, una sociedad justa, equitativa basada en los valores y principios éticos. “El sujeto de la ética es el ser humano, en consecuencia, la sociedad. La ética es, ante todo, el compromiso individual con la sociedad”.

Santana (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), refiere que se establece la prioridad de la gerencia pública basada en la ética debe ser el desarrollo humano, mejorar las condiciones de vida del ser humano, mejorar las razones sociales, sin generar caos de cultura, política y del Estado; y manteniendo su objetivo en el crecimiento económico y la educación como plataforma que pueda sustentar los cambios que se requieran para lograr el bienestar común, la contribución de la ética pública en el campo de la gerencia educativa es redimensionar el papel de la toma de decisiones en el ámbito de la convivencia. La búsqueda de la convivencia para alcanzar el bien común es la manera como la gerencia pública puede reeducar la ética pública.
Otro aspecto referido por los autores es que la gerencia en las organizaciones educativas se encuentra situada ante dos exigencias fundamentales: la primera se concentra en la transmisión de conocimientos que deben ser creados, re-creados, mantenidos, acumulados y transmitidos de generación en generación; y la otra que fundamenta esta transmisión, referida al sentido de la gerencia educativa como una práctica de la gerencia pública y que se debe traducir en una sola palabra, ética.

En este sentido, los gerentes educativos están obligados a actuar éticamente siempre. Lo único que se determina, entonces, permanentemente en todo proceso educativo es la eticidad o moralidad. La educación debe corresponder a una actividad profesional, desde el punto de vista del conocimiento exigido por los tiempos y también de las exigencias o responsabilidades éticas per se. Toda profesión debe generar intrínsecamente una ética profesional que dé cuentas de la variedad de situaciones contingenciales relativas a la carrera correspondiente
Huaquin, (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), refiere que son muchos y profundos los problemas que afectan a la educación en la actualidad; esto aumenta la necesidad de participación y de acuerdos entre la gerencia pública y los conductores de las instituciones educativas, lo cual es necesario para que se encuentre solución a los diversos problemas de carácter educativo. Formar a la gente que el país requiere para direccionar exitosamente su rumbo según los nuevos tiempos, nuevos modelos de enseñanza, nuevas exigencias de vida, formar para esa vida, es un problema estructural.

Por ello, es urgente que los dirigentes educativos posean una clara idea y una formación adecuada que les permita contribuir a la transformación social deseada a partir de la transformación de la educación en una educación en valores, y así dar respuesta a los requerimientos del país: la construcción de una sociedad más integrada, emprendedora, democrática y solidaria, que implica el fortalecimiento de valores que amplíen la convivencia y la búsqueda del bien común.

Las instituciones de educación deberán ser llamadas a participar activamente en la expansión y diversificación de la educación basada en valores y como vía para alcanzar el bien común; imponiendo al sistema, la búsqueda y definición de una identidad que lo comprometa con la sociedad y el sistema productivo, y a su vez le permita perfeccionar su papel en el futuro en lo que respecta a la formación de personas de alto nivel ético.

Estos aportes dados por los autores dejan ver el importante papel de la educación y en especial de las instituciones educativas en el fortalecimiento de los valores y la enseñanza a través de una educación social, cooperativa y solidaria, donde el docente sea líder comprometido, sin embargo trasladándolo al plano actual, se busca es cumplir un conjunto de contenidos que muchas veces no son la prioridad o lo que el individuo desea aprender, por ello, se pierde la esencia del aprendizaje que debe ir de la mano de las necesidades y motivación del estudiante con la fin de generar un gran apoyo social.

En este orden de ideas, Alvarinhas citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), los administradores de la educación deben estar convencidos que “en el proceso de aprendizaje se tiene un instrumento fundamental para facilitar y consolidar principios éticos de la vida en convivencia y su ejercicio efectivo, así como el desarrollo económico y social” , esto permitirá construir una educación de calidad, actualizada y pertinente, dotándola de un sentido ético que reafirme los valores democráticos basados en principios de justicia social y solidaridad.
En ese sentido, la educación es una permanente construcción y negociación en función de circunstancias especificas en la cual intervienen y se interrelacionan las subjetividades de todas las personas involucradas, es así como la tarea de la gerencia educativa constituye un aporte valioso en el desarrollo de una conciencia crítica transformadora, elemento fundamental para favorecer los cambios sociales y valorativos.

La Ética Pública y Gerencia Educativa

La ética publica debe crear y promover espacios para el cambio y la construcción, capaz de lidiar con el conflicto y manejarlo positivamente a fin que los resultados ayuden a la consecución de objetivos y no al entorpecimiento de sus alcances, esto es, un negociador positivo de conflictos, lo que redunda en una convivencia en armonía.

Para Santana (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), el trabajo del administrador público, debe ser de permanente construcción y negociación en función de circunstancias específicas donde intervienen e interrelacionan las subjetividades de las personas involucradas, por ello, la labor del mismo constituye un valioso aporte en el desarrollo de una conciencia crítica y transformadora, elemento primordial para sustentar cambios sociales. La crisis de la ética pública demanda una educación con poder moral, que demuestre las virtudes para vivir, que enseñe a vivir de acuerdo a una concepción ética de la vida.

Para ello, la educación debe servir para educar desde y para la acción, no para inhibir la iniciativa y el interés sino para dirigir la actividad y el espíritu combativo hacia el logro de resultados socialmente útiles, para participar en la construcción de la paz, una educación basada en lo ético, capaz de asumir su compromiso en la reeducación de la gerencia pública, donde las instituciones de educación y la gerencia pública tienen una gran responsabilidad en la modernización del sistema educativo y, específicamente, en la renovación de sus paradigmas a fin de consolidar la calidad en la misma; educación para crear clara conciencia de los principios éticos y valores, internalizar sus responsabilidades como formadores de las nuevas generaciones.

Educar en valores, es una urgencia, si verdaderamente se aspira obtener un nivel ético de vida, no solo alcanzar una ética de los mínimos, sino construir las bases para la práctica de la ética del acuerdo, es decir, el diálogo y respeto de las diferencias. Establecer acuerdos tomando las diferencias como fortalezas para la convivencia de estas organizaciones y de la sociedad como un todo.

Aportando a lo descrito por los autores, la educación en valores se fundamenta en el respeto mutuo del rol del profesorado, del alumnado y de la familia y requiere la revalorización de la figura del profesor y el desarrollo de un código de actuaciones (normas, propuestas de acción) previamente consensuadas, utilizando el diálogo interactivo (con implicación de todos) entre profesorado, alumnos, familias, que promueva el desarrollo e interiorización de valores a través de técnicas y actividades diversas. Lo importante de la educación es el ser de cada niño. La educación ha de proporcionarles una formación que les permita conformar su propia identidad. Para ello se hace necesario potenciar actitudes y valores que configuren y modelen las ideas, los sentimientos y las actuaciones de los niños. Los valores ayudan crecer y hacen posible el desarrollo armonioso de todas las cualidades del ser humano.

Señala Grinberg (citado por Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez, 2007), dentro del contexto educativo, es fundamental la preparación y el desarrollo de gerentes educativos, no sólo a través de programas para proveer conocimientos y habilidades que permitan funcionar efectiva y eficientemente, sino también bajo una visión, actitudes y perspectivas que brinden una sólida base para cambiar y transformar la práctica administrativa diaria, un gerente que tenga poder para llevar adelante tal transformación, provisto de conocimiento, hábitos de pensamiento y acción, reflexivo, cuestionador y analítico, responsablemente audaz, capaz de crear espacios y prácticas que logren desarrollar comunidades de aprendizaje donde avancen la democracia, la equidad, la diversidad y la justicia socia l), camino ideal para lograr la vida en convivencia y alcanzar el bien común.

Estas ideas plantean importantes retos a los gerentes educativos y a los administradores de la gestión pública: comprometerse en la construcción de una comunidad pedagógica que traspase las fronteras del aula y llegue al entorno, a la comunidad, sociedad, al país. Deberán preocuparse por dar respuesta al debate ético de la actualidad: qué tipo de ciudadanos y de proyecto ético debe formarse en el proceso de construcción de una sociedad civil fuerte y organizada, cimentada en los valores de la democracia, justicia, solidaridad, paz, respeto al medio ambiente, respeto por los derechos humanos y el desarrollo de los seres humanos, como mínimos para asegurar la convivencia democrática (Ministerio de Educación Nacional, 1998); porque es parte importante de sus responsabilidades, la de contribuir a la construcción de las bases éticas y morales de la sociedad.

Las instituciones docentes y los administradores públicos de la educación han de establecer un amplio diálogo social para lograr acuerdos en los problemas más graves con los que hoy se enfrenta la educación, han de tener la capacidad de direccionar positivamente la educación hacia metas de excelencia que propicien la preparación y el desenvolvimiento profesional y personal de los individuos en la sociedad, fundamentándose en valores y facilitando la convivencia.

Reflexión Final

Sánchez, Van Beverthoudt y Martínez (2007), cierran señalando que la ética permitirá el reencuentro con la verdadera razón del ser, y será ella la que ayudará al ser humano a redescubrir su destino y posicionarse exitosamente en las nuevas realidades que le tocará enfrentar. La ética no se debe considerar una justificación de lo que es, ni como descripción de lo que debe ser, sino como instrumento de transformación en función de valores.

La ética tiene una dimensión de constructividad, como se puede vivir la realidad y transformarla, el gerente educativo es un líder público ético, y como tal debe fomentar en el ámbito educativo, el aprendizaje social de valores como el respeto, la democracia, la tolerancia y la solidaridad, de manera que se pueda asumir el cambio de una ética de los derechos a una ética de las responsabilidades lo cual conllevaría a la transformación social, en este sentido, uno de los caminos para alcanzar el bien común son las políticas educativas que operacionalice este gerente ético.

Por otro lado, debe resaltarse la importancia de la educación basada en principios éticos como mecanismo para enseñar en valores, y aquí el compromiso fundamental que debe asumir la gerencia educativa y la administración pública, en la formación integral que apunte a los valores y al comportamiento ético; esto con la finalidad de obtener un individuo conscientemente responsable de su papel en la construcción de una sociedad democrática y comprometido con la urgencia de llevar a cabo arduos procesos de transformación que efectivamente propicien la vida en convivencia y solidaridad, que lleven a lograr alcanzar el bien común.

La educación debe servir de plataforma para alcanzar los acuerdos entre ciudadanos sobre valores compartidos, apoyándose en el concepto de ciudadanía social; estableciendo formas sociales y espacios idóneos en donde pueda alcanzarse el bien común, el cual, se fundamenta en políticas educativas, los agentes que toman decisiones en el área educativa, gerentes educativos y administradores de la gestión pública, deben estar al servicio del logro del bien común, debe entenderse que el problema de cómo alcanzar la convivencia y el logro del bien común no termina en el cambio en el sistema educativo, pero éste representa una de las vías o formas mas importantes en la búsqueda del bienestar, convivencia y bien común.

Ahora bien, en Venezuela la educación ha sufrido transformaciones desde el punto de vista curricular hasta las nuevas formas de impartir educación que ha implementado el Estado a través de las misiones, sin embargo, el valor ético y el rol de líder del docente no debe ser desplazados por estos cambios, porque si bien es cierto que el nuevo currículo Bolivariano está basado en el ideal de Bolívar, no es menos cierto, que detrás de esos ideales estuvo un gran maestro como fue Don Simón Rodríguez, líder y orientador que se encargó de proporcionar toda esa ideología social y humanitaria en el Libertador.

Finalmente, debe abrirse un compás dentro del sistema educativo para incorporar el eje ético como obligatorio por su importancia, que muchas veces se observa como se va perdiendo y nadie pone un freno para prevenir la debacle, porque si no contamos con profesionales éticos, funcionarios comprometidos y comunidades dispuestos, la patria se irá irremediablemente, pero es el momento en esta fase de transformación agregar el condimento que se perdió en esa sociedad y que cada vez nos distancia uno de otros.

REFERENCIAS

Sánchez, A., Zambrano, E., Martínez, M. (2007). Ética Pública en las Organizaciones Educativas: Gerenciar para Alcanzar el Bien Común Revista ORBIS / Ciencias Humanas. Año 2 / Nº 6 / Abril 2007. Dep. Legal: ppx 200502zu1935 / ISSN: 1856-1594 / Directorio LATINDEX: 14.510 / Directorio REVENCYT: RVO004.

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